LA CÁRCEL DEL RESENTIMIENTO - Misión Vida para las Naciones

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Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

LA CÁRCEL DEL RESENTIMIENTO

Estuve recientemente en la ciudad de Rivera en una reunión de pastores y al finalizar se acerca un pastor solicitándome que lo acompañe a visitar a un miembro de su iglesia que está enfermo de cáncer. A este hombre, por causa de la quimioterapia, se le bajaron las defensas y contrajo una infección en una pierna; el hermano, un día estaba caminando y sintió un tirón, se le aflojó la pierna, no pudiéndola apoyar más. Al hacerle un estudio, descubrieron que la infección le había carcomido el hueso y le faltaba un pedazo de fémur. ¡Los médicos no se explican cómo caminaba! Pero lo cierto es que le faltaba un pedazo de hueso en su pierna. ¡Yo quedé muy impresionado de cómo una infección puede avanzar silenciosamente! A aquellos que tienen diabetes, ¡cuídense! Esta enfermedad es traicionera y destruye algún órgano sin darnos cuenta; cuando menos pensamos ya está destruido. ¡Debemos cuidar nuestra salud!

¡Cómo una infección puede trabajar silenciosamente hasta destruir alguna parte vital o todo en nosotros! Así también funcionan algunos demonios, una vez que están dentro de alguna persona, se encuentran mimetizados en su cuerpo.

Hoy quiero hablarte del resentimiento; quiero que te quede claro que éste no es un sentimiento que proviene del Espíritu Santo. Si algún resentimiento está operando dentro de tu vida, tienes que saber que eso proviene de otro espíritu contrario al Espíritu Santo y hoy Dios quiere sanar la vida de aquellos que tienen esta contaminación espiritual llamada resentimiento.

            LA HISTORIA DE JOSE

Lo llamamos resentimiento para que no suene tan duro ya que también se le podría decir rencor u odio. Cuando el rencor o resentimiento entra en una persona no lo hace solo por un tiempito sino para conquistar todo el territorio, penetra y destruye, y cuando uno quiere acordar, ha perdido mucho más de lo que pensaba.

Leamos Génesis 47:29 al 31: 29Y llegaron los días de Israel para morir, y llamó a José su hijo, y le dijo: Si he hallado ahora gracia en tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, y harás conmigo misericordia y verdad. Te ruego que no me entierres en Egipto. 30Mas cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos. Y José respondió: Haré como tú dices. 31E Israel dijo: Júramelo. Y José le juró. Entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de la cama”.

Israel es el padre del pueblo que lleva también su nombre. Su abuelo se llamó Abraham, su padre Isaac y él tenía por nombre Jacob pero Dios se lo cambió por Israel y de ese hombre proviene la nación de Israel. Por eso, cuando decimos, “el Pueblo de Israel”, estamos haciendo referencia a todos los descendientes de Jacob. Así que parece que ha sido un hombre importante. ¡Yo estoy soñando que cuando me muera, surgirá el pueblo de Márquez! En ese entonces, Israel tenía doce hijos y estaba viviendo en Egipto, pero esa no era la tierra que Dios les había prometido para él ni para sus descendientes. Dios le había dicho a Abraham: “A tu descendencia daré esta tierra”; esa era la tierra prometida, en la que habitaban los cananeos. Nosotros nos preguntamos: ¿Qué hacía Israel, y los descendientes de Abraham viviendo en Egipto? Me he preguntado muchas veces: ¿Por qué el pueblo de Israel tuvo que estar cuatrocientos treinta años cautivo en Egipto, cuando Dios le había dicho a Abraham: “Esta tierra (y Abraham ya estaba habitando en Canaán) se la voy a dar a tu descendencia?”

Hay una causa por la cual Israel no prosperó en la tierra de Canaán y la historia se encuentra en los capítulos 37 al 47 de Génesis. Hay una historia familiar; los mejores sentimientos los vivimos dentro de nuestra familia, pero también, las ofensas y dolores más grandes las recibimos dentro de nuestra familia. Lo que más nos duele, no es lo que un extraño nos hace sino lo que hace nuestro cónyuge, nuestro hijo o nuestros padres; eso es lo que logra destruir más nuestro estado de ánimo y permite que abramos puertas para que demonios entren y afecten nuestra existencia.

Israel tuvo diez hijos; el último se llamaba José, éste era el más chico y el más consentido, al que Israel le había hecho una túnica de colores. Cuenta el relato bíblico que los hermanos de José le tenían envidia, y no podían hablarle pacíficamente: “Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente” (Génesis 37:4). Hay personas que se dicen cristianas y proclaman “Jesucristo es mi Señor”, pero no pueden mirar pacíficamente a los ojos a alguien y menos mantener una conversación pacífica porque el solo hecho de estar delante de esa persona les hierve la sangre. Los cristianos no quieren decir: “A este le tengo una bronca terrible o un resentimiento tremendo” o “a éste lo odio” sino que señalan: “¡Este me hizo un daño tremendo y tengo un dolor en mi corazón!” “Yo lo amo pero me duele el corazón por lo que me hizo”. ¡Eso es un resentimiento, ese dolorcito lo provoca un demonio! Cuando un espíritu resentido entra, uno busca más detalles y más elementos para poder afincar y enraizar ese demonio adentro, y ese demonio actúa como la infección de la pierna del hermano que tiene cáncer, lo hace silenciosamente y va invadiendo diversas partes del cuerpo, si no detienes la infección, te mueres. ¡Es como un veneno!

Viene a mi memoria, un programa de televisión que vi recientemente, donde mostraban a los escorpiones y señalaban que esta animal tiene un veneno más potente que el de muchas víboras y que si una persona es picada por su aguijón, éste le inyecta el veneno y si esa persona no se atiende inmediatamente, en seis horas se muere; el veneno entra al torrente sanguíneo e invade todo el cuerpo produciendo la muerte. Sucede lo mismo cuando un demonio entra en una persona y ésta queda resentida. Supongamos que te has peleado con tu padre y estás resentido con él, si el demonio se queda dentro de ti, en poco tiempo tú vas a tener resentimiento no sólo contra tu padre sino también contra otras personas y el espíritu resentido va a moldear tu carácter y tratarás a muchas personas como si fueran tu progenitor. Por ahí encontrarás a una persona que tiene una mirada como la de tu padre y ya te pones mal con ella, o alguien dijo la misma palabra que tu padre y a ti te viene una conmoción adentro que causa ese espíritu resentido.

Una persona que está llena del Espíritu Santo, que tiene a Jesucristo como Señor no puede estar resentida, y si Jesús es tu Señor y el Espíritu Santo gobierna tu vida no puedes estar resentido porque el Espíritu Santo no deja mover a ningún espíritu resentido.

Yo quiero advertir a los cristianos que creen que irán al cielo, que se encontrarán con una sorpresa desagradable; si tú tienes adentro algún bicho, no pretendas entrar al cielo con él. ¿O le dirás a Dios: “Este bicho lo tengo acá pero sabes que no es culpa mía sino de mi papá que me insultaba”? “¡Con ese bicho no puedes entrar!” “¿Y dónde lo puedo dejar?” “¡No, ya no puedes entrar!”

El bicho es como todos, cuando es chiquito parece inofensivo, como ese que plantó un arbolito de eucaliptos en la puerta de su casa, ¡y cuando éste creció, le levantó la casa! Fueron pasando los años y el arbolito fue creciendo… del mismo modo, ¡el bicho crece si lo alimentas! Y después no te deja estar en paz.

Un buen día, José tuvo un sueño; leamos Génesis 37: 7 y 8: “7He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío. 8Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? Y le aborrecieron aun más a causa de sus sueños y sus palabras”.

¿Tú te acuestas a dormir y dices: “¡Cómo me gustaría esta noche soñar con unos manojos!”? ¿Tú te propones que vas a soñar algo o sueñas nomás? ¿Crees que a los hermanos les importaba ese sueño? Por culpa de haber soñado lo que soñó y por haberlo contado, los hermanos lo aborrecieron más aún, ¡tenían un gran resentimiento contra la vida de José! ¡No lo soportaban! Llegó el día en que sus hermanos estaban pastoreando las ovejas del padre en algún lugar lejano, y éste le dice a José: “Ve a ver a tus hermanos, fíjate como está el ganado y tráeme un informe”; podría haber dicho que el padre usó al alcahuete, así que, él era el que iba a ver qué pasaba con sus hermanos y volvía con un reporte, por ejemplo: “¡Mira que vendieron una oveja y se guardaron el dinero!” Israel sabía lo qué acontecía con sus hijos, por José.

Leamos Génesis 37:19 y 20: 19Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. 20Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños”. ¡Era el hermano y querían quitarle la vida! Ellos dijeron algo como: “¡Nos tiene hartos, nos tiene podridos, estamos cansados de él, no lo aguantamos cada vez que abre la boca, nos chirrían los dientes! Entonces pensaron en matarlo y luego decir que alguna mala bestia lo destruyó. Al leer este pasaje, lo señalé y puse la siguiente frase: “El resentimiento destruye la sensibilidad hacia el prójimo”.

Dios quiere que seas sensible y el resentimiento te quita esa condición, no te permite ver bien al prójimo, no te permite verlo con buenos ojos, es más, te servirás de él o lo destruirás, porque lo que hace el resentimiento es nublarte la visión y quitarte aquello que el Espíritu Santo pone en ti, que es el amor. Cuando alguien dice que Jesucristo es su Señor, que Dios está en su vida, esa persona no puede tener resentimiento: ¡Tiene que amar y perdonar!

Este es el problema familiar que surgió; metieron a José en una cisterna, lo dejaron allí mientras comían y pensaban cómo lo iban a eliminar. De pronto aparecieron unos beduinos del desierto, y a uno se le ocurrió una idea: “¿Qué vamos a ganar matándolo? ¡Mejor lo vendemos de esclavo!”  Se lo ofrecieron a los ismaelitas y éstos lo llevaron como un esclavo a Egipto y allá lo vendieron a un capitán del ejército. José fue a parar como un esclavo en Egipto; sabemos que Dios lo bendijo allí y lo prosperó. De alguna manera Dios lo fue guiando porque su mano estaba sobre José. Él pudo interpretar el sueño de faraón de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas, entonces el faraón lo puso como gobernante y administrador. En los siete años de prosperidad José logró almacenar mucho alimento llenando muchos graneros y cuando vino la época de los siete años de las vacas flacas, había hambre en toda la tierra y las naciones iban a Egipto a comprar alimento. ¡Dios había bendecido esa nación porque él estaba con José!

Si eres cristiano, Dios te bendecirá a ti y a tu patrón y bendecirá el negocio en el que trabajas como empleado o como dueño. ¡Así fue con José y así es como Dios quiere hacer con cada creyente!

Israel le dice a sus hijos: “¿Qué están haciendo acá? He oído que en Egipto hay comida, vayan y compren alimento para que no perezcamos”. Así que se encaminaron a Egipto; ya habían pasado muchos años desde que José llegó a Egipto como esclavo, hasta que llegó a prosperar y a estar en la posición de gobernador. La Biblia dice que era señor en Egipto, el segundo después de faraón. Los hijos de Israel llegaron a Egipto y se encontraron con un señor que vendía la comida, sentado en un trono. Génesis 42:6 afirma: “Y José era el señor de la tierra, quien le vendía a todo el pueblo de la tierra; y llegaron los hermanos de José, y se inclinaron a él rostro a tierra”. ¿Te acuerdas del sueñito de los manojos? ¡Por favor! ¡¡Después de varios años, Dios estaba cumpliendo el sueño que le había dado a José!!

De pronto, José ve entrar a sus hermanos, y por la ropa que vestían y el modo de caminar inmediatamente se dio cuenta que eran ellos. Éstos se presentaron delante de José pero no supieron que era el hermano que estaba allí sentado, se inclinaron con el rostro en la tierra, en señal de sumisión. Luego sigue la historia que tú puedes leer en la Biblia.Joséquería saber si su padre vivía todavía y si había algún otro hermano en la familia y se las ingenió para averiguar, pero no se dio a conocer. Al final logra que su padre y su hermano Benjamín a quien él no conocía vayan a Egipto; toda la familia fue a parar a ese país, aún los siervos de Israel y todo su ganado, entonces se radicaron allí. Cuando los hermanos se dieron cuenta que quien estaba delante de ellos era José se les vino la noche: “Y decían el uno al otro: “Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia”. (Génesis 42:21).

¡Su pecado fue aborrecer a su hermano! Se acordaron los hermanos que cuando lo vendieron de esclavo, veían la angustia de José en su rostro y les rogaba que no lo vendiesen, pero ellos dijeron: “Muerto el perro, se acabó la rabia. ¡Ya no vas a soñar más, ya no te vamos a tener que aguantar más queridito!” ¡Mas el sueño de José se cumplió porque era el sueño de Dios!

José convenció a sus hermanos que con él no iban a tener problemas porque él amaba a Dios y no tenía ningún resentimiento, por lo tanto no había venganza en él, no había deseos de cobrarse lo que le hicieron. Él consideraba que Dios lo había enviado delante de ellos y les dijo: “Mientras ustedes estén aquí conmigo, no les faltará techo ni comida”. Todos los días de su vida mientras estuvo al frente de Egipto, bendijo a su familia y no les faltó nada.

Leamos ahora Génesis 47:30: “Mas cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos. Y José respondió: Haré como tú dices”.

Todos estaban en Egipto, los hermanos de José, sus esposas, sus hijos, estaban también José y su padre Israel. Pero murió José, murió el faraón y vino otro que no sabía nada de esta linda historia, y los hijos de Israel entraron en una esclavitud que duró cuatrocientos treinta años. Muchas veces me pregunté: ¿Por qué el pueblo de Israel tuvo que estar cuatrocientos treinta años en Egipto y por qué Dios tuvo que mandar a Moisés a liberarlos de esa esclavitud? Y Dios me la contestó en este tiempo: la causa de que hayan estado tantos años en esclavitud fue un resentimiento. Dios dice: “Yo soy tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:5 y 6).

¿Tú consideras poca cosa tener un resentimiento adentro? ¡Yo digo que si tienes un resentimiento, tienes un demonio adentro! Una persona resentida no tiene dominio propio, tiene demonio propio. El resentido dirá: “No puedo perdonar”, “la culpa no ha sido mía”, “no merece que lo perdone”. El resentido va a poner mil excusas, dirá que la culpa ha sido de los otros, de su padre, de su madre y va a justificar el estar resentido, pero tiene que aprender que debe amar, abrazar, besar y perdonar.

Muchos cristianos que deben perdonar dicen: “¡No puedo!” Le he dicho a una mujer: “No digas no puedo, di como Pablo: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” ¡Si Dios te ha mandado amar, no digas que no puedes hacerlo! ¡Si Dios te ha mandado a perdonar no digas que no puedes hacerlo! Le pregunto a la mujer si quiere la bendición de Dios y me responde que sí, pero le señalo que Dios no la va a bendecir, pero no le importó. La hija que tiene unos ocho años la abrazó y yo se la pegué más duro, y le dije: “Esa hija que te está abrazando va a sufrir las consecuencias de no poder perdonar”. Me dirán: “No maldiga pastor” ¡Yo no maldigo, solo digo lo que señala la Biblia! Éxodo 20:5 y 6: 5No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 6y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

Tus hijos sufrirán las consecuencias de tus resentimientos, ¿por cuánto tiempo? Y bueno, por tres o cuatro generaciones. ¡O sea, tú que amas a tus hijos los vas a maldecir por no perdonar a tu suegra o a tu marido!

Cuando llegaba José, a sus hermanos le rechinaban los dientes, ¡no podían ni hablar con él! ¡No lo soportaban! José tenía el Espíritu de Dios y les dijo a sus hermanos: “Vengan y no teman porque yo no los voy a matar ni me voy a vengar, yo los amo y los voy a bendecir.” ¡Son dos espíritus muy diferentes!

Es importante que los cristianos sepan que no pueden comulgar con Dios y con el demonio, ni pueden creerse que todo está bien o que se va a arreglar de alguna manera. Algunos piensan que el resentimiento se les irá con el tiempo. El resentimiento es un pecado y los demonios no se van con el tiempo sino que crecen con el. Éstos invaden el cuerpo, invaden el ser como ese virus que lo dejó sin hueso al hermano que les mencioné y por esa causa tuvieron que amputarle la pierna porque corría peligro de que la infección le invadiera todo el cuerpo. Si tú tienes un resentimiento, entonces tienes una infección y corres peligro que te infecte todo el cuerpo. Si un resentimiento domina tu vida, Dios no se mete contigo, por lo tanto es necesario que vengamos delante de su presencia y le pidamos perdón, porque ese sentimiento nos nubla la visión y nos quita la sensibilidad en cuanto a las personas que nos rodean y Dios nos va a juzgar y a demandar.

Posiblemente te han hecho algún daño importante, posiblemente han abusado sexualmente de ti o te han golpeado mucho, y eso te ha motivado a ser una resentida o un resentido. Pero Dios no quiere que te salgas de tus cabales, sino que seas esa persona que Él creó para su gloria y no que seas otra persona por culpa de alguien que no se portó bien contigo.

Atendí a una mamá muy preocupada porque su hijo de dieciséis años se drogaba; yo no sabía qué hacer ya que ha estado internado en uno de nuestros centros comunitarios anteriormente. Le dije que no quería hablar de cuál era la droga ni cuánto hace que consume. Cuando lo vi entrar al chico estaba duro, tieso, y pensé que me iría a pegar porque tenía cara de malo. Yo quería hablar de la situación familiar, porque la droga es el resultado de relaciones sociales y familiares destruidas. Cuando las relaciones familiares andan bien, nadie necesita drogarse, nadie sale a buscar consuelo en la droga. La droga es una manera de evadirse, de buscar algo que me saque de la realidad que estoy viviendo. Entonces, la mamá me dice: “La verdad es que tenemos conflictos familiares”. Le pregunto al chico cómo se lleva con el padre y me dice que se murió. La madre agrega que se llevaban mal con el hijo. Ella trataba de ayudarle y de aconsejarle; de pronto el hijo la interrumpe y le dice que se calle. La mamá me comentó que él se ponía mal por cualquier cosa. El tema es que ella discutía mucho con el esposo; en un momento le advirtió que, o se iba él o se iba ella, y como el marido no se quiso ir se fue ella, y al poco tiempo se juntó con otro hombre. Su hijo alega que fue él quien la descubrió y le contó a su padre pero la madre dice que fue ella quien lo contó, y ¡se armó una discusión!

Le dije al chico que cuando uno se llena de resentimiento alberga rencor; al principio parece que la cosa es con su madre pero pasado el tiempo se la agarra con cualquiera; le agregué que cuando entró me miró con una cara como para pegarme. Es que el demonio comienza a poner a la persona a la defensiva de cualquiera; el rencor, el odio, actúa contra quien sea. Le advertí que después se iba a agarrar en la calle con cualquiera y la madre asintió. Ella agregó que si en la calle alguien lo miraba mal, lo empezaba a insultar. ¡El chico está desquiciado! El demonio de rencor que era contra la madre, no lo hace amoroso con todo el mundo y déspota contra su mamá, ¡no! ¡Se transforma en un déspota con cualquiera! Se le avinagra la cara y el rostro se vuelve duro.

CONCLUSIÓN

Dios no quiere que vivas con ese bicho adentro; él y tú saben que hay algún familiar que no invitarías a comer a tu casa ni a palos, y tampoco irías a su casa. Tú sabes y Dios también, que cuando esa persona que tú sabes bien quien es, se te acerca, te empiezas a poner nervioso y se te calienta la sangre. Dios conoce esos argumentos de que la culpa no es tuya sino del otro, Él conoce tu corazón pero te dice que así no te dejará entrar al cielo. Si tú no puedes perdonar, si no puedes bendecir y para poder hacerlo hace falta arrepentirse, tienes que entender que estás pecando primeramente contra Dios y no contra la persona odiada. Debes acercarte a Dios y decirle que estás arrepentido y necesitas su perdón, pídele que te haga libre del resentimiento. ¡Dios y tú saben que has querido que el tiempo lo arregle todo pero no es posible!

Recuerdo una mujer que estaba tan contenta, le tenía bronca a la cuñada, pero ahora estaba en paz porque ésta se fue a vivir a España. Estaba aliviada porque por fin no le iba a ver más la cara. ¡Ella creía que la distancia arreglaba el tema! Pero ni la distancia, ni el tiempo solucionan los problemas. Pasado el tiempo, la cuñada volvió de España, ¿para qué? Cuando se encontró de nuevo con ella, resulta que el bicho aún estaba adentro, bien escondido. No te creas que el tiempo borrará el rencor, el resentimiento, no creas que la distancia lo hará. ¡Lo único que puede borrar pecados es la sangre preciosa de Jesucristo!

¡Jesús sí te puede perdonar! ¡Él te puede limpiar y te puede dar un corazón diferente!

No importa si eres cristiano o no, si no lo eres, tienes que pedirle perdón a Dios por tus pecados y entregarle tu corazón a Jesús y si eres cristiano pero tienes un bicho de esa índole, entonces no eres un cristiano, debes pedirle perdón a Dios, porque ese rencor no deja obrar al Espíritu Santo en tu vida; lo estás estorbando.

Pídele perdón a Dios y que te haga libre de la tiranía de ese espíritu inmundo. No es que vas a perdonar porque tienes muchas ganas o porque tienes fuerza para hacerlo, esto no se hace con fuerza humana sino con un corazón quebrantado. Dile a Dios: “Yo voy a perdonar en tu nombre Señor, aunque no tengo fuerzas voy a bendecir. Voy a bendecir en tu nombre Jesús, a los que me han hecho daño. Lo primero que quiero es que me perdones a mí y me cubras con la sangre preciosa de Jesús. ¡No quiero vivir un día más con esto dentro de mí! ¡Glorifícate hoy en mi vida Señor! Yo he pecado, he guardado rencor, he guardado un resentimiento y quiero que me perdones. Yo se Señor que no tengo ningún justificativo y que bajo ningún justificativo me darás cabida en el cielo si guardo rencor. ¡Líbrame en esta hora, te lo suplico en el nombre de Jesús! Yo perdono y bendigo a todos aquellos que me han hecho daño y lo hago en tu nombre Señor, para tu gloria. Te doy gracias en el nombre de Jesús, amén”.

Trae libertad al cautivo Señor, echo fuera de las vidas el espíritu resentido, echo fuera el espíritu rencoroso. Declaro que no tienen derecho legal a permanecer en las vidas. Espíritu Santo glorifícate y llena, te lo pido en el nombre de Jesús, amén.

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