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Montevideo
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La lección de hoy está basada en Romanos 8:28; les leeré la “Biblia de Estudio Pentecostal”: “Sabemos que Dios obra en todo para el beneficio de quienes lo aman,…”.
¿Estás atravesando dificultades? Dos cosas quiero decirte. Primeramente, Dios trabaja de tal manera que transforma en beneficio todo lo que aparece en tu vida para perjuicio. Y la segunda cosa sobre la que quiero hacer hincapié, es que esta promesa no es para todo el mundo, sino sólo para los que aman a Dios. Solamente pueden creer esta promesa y recibir sus beneficios, quienes le aman. El concepto completo es que Dios trabaja por mí, no importa lo que esté sucediendo.
¡El trabaja a favor de todos aquellos que le amamos! Alguno dirá, “entonces, ¿por qué me pasa tal cosa?” ¡No estás entendiendo lo que te estoy enseñando! Lo que te está sucediendo te hará bien, si es que amas a Dios. ¡Si le amas no puedes dudar de su palabra! El está trabajando para que en todo lo que te sucede, te vaya bien. No podrán la enfermedad ni los problemas económicos contra nosotros, porque Dios utilizará todo para nuestro beneficio. No sé cómo hace Dios, pero Él es poderoso, se llama “El Omnipotente”. Esa es una de las causas por las cuales un creyente puede sonreír en medio de la tempestad y de la tormenta. Esa es la causa por la cual un apóstol Pablo puede cantar himnos en la cárcel porque sabe que Dios obrará para bien en todo. ¡No importa qué es lo que estés viviendo!
Este pasaje continúa diciendo: “…los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. A los que de antemano Dios conoció también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo para que él sea el primero entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nosotros?”
Todo parte del hecho de que Dios te conoció antes de la creación del universo. ¡Dios te conoció! El verbo griego que se traduce como “conoció” en este caso, no sólo significa haber tenido conocimiento en el sentido que lo entendemos nosotros, sino que también significa, “a los que de antemano amó”. El verbo incluye la idea de que “conoció y amó”. Es decir, antes que yo existiera, y antes que se casara mi mamá con mi papá, Dios me conoció y ya me amaba. Ello se llama presciencia, es decir, el conocimiento previo de Dios acerca de las personas. Ya sabía Dios que yo lo iba a amar e iba a responder a su llamado y también ya sabía que me iba a gustar estar con él; me conoció pues, y me amó. Entonces me predestinó, es decir, me marcó un destino. No soy una casualidad en el plantea, ¡nadie lo es!
Esta semana estuve escuchando al evangelista Dante Gebel quien dijo: “Mi mamá quedó embarazada de mí cuando tenía 42 años y se llevó tremendo susto porque no me esperaba. Así que yo soy fruto de un susto”. No importa que tu madre te haya esperado o no, Dios te estaba esperando desde antes de la fundación del mundo. ¡Dios estaba esperando tu arribo al planeta tierra! Dios tiene propósitos y planes con tu vida. Fuimos predestinados para ser hechos conforme a la imagen de su hijo. ¡Nos ha predestinado para llegar a ser como Cristo! ¡Esto es extraordinario!
Primero te conoció, después te predestinó para que llegues a ser como su hijo y recién después tú naciste y te llamó. Pon atención a la secuencia. Cuando te llamó, Él ya tenía todo planeado, ¡el proyecto ya estaba completo! Y a los que llamó también justificó, esto significa, “los declaró inocentes”. Así que no depende ni siquiera de tus obras; El ya había visto y previsto todo desde la eternidad. Así que nos conoció, nos predestinó, nos llamó para que fuésemos parte de sus proyectos y nos justificó, es decir, no nos hizo cargo de ninguno de nuestros pecados. Claro que para que esto ocurra, Dios en su justicia tenía que proveer un sustituto y puso a disposición de su justicia a su propio hijo, para que El fuera injustificado y así ser nosotros justificados. ¡Su propio hijo fue declarado y hecho pecado para que yo fuera sin pecado y sin mancha delante de Dios! Y a esos que declaró inocentes, a esos glorificó. Y allí es cuando también Dios nos dice: “Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar contra nosotros?” Pero seamos sinceros: ¿Vivimos en esa fe y en esa esperanza? ¿Podemos decir cuando golpea la enfermedad en nuestra vida, “Dios obrará a mi favor a través de esta enfermedad”? Cuando los problemas familiares azotan nuestra vida, ¿podemos decir “Dios obrará a mi favor por causa de este problema”? Cuando vienen accidentes, problemas laborales, etc, ¿podemos decir confiadamente, “Señor, descanso en ti, te entrego mi carga, creo que tú utilizas para bien aquello que viene a mí para mal”? ¡He puesto mi esperanza en ti!
Dice a continuación este pasaje que leímos: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos bondadosamente también, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús, el que murió –es más, el que resucitó-, está a la derecha de Dios y también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la espada? Como está escrito: Por tu causa estamos expuestos a la muerte todo el día; se nos considera como ovejas destinadas al matadero. Más bien, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. (Romanos 8:32-37).
La pregunta es cómo puedo hacer yo para disfrutar del cumplimiento de estas promesas en mi vida; porque habrá creyentes que digan: “Bueno, yo he orado, he entregado a Dios mi carga pero sigo en problemas, en dificultades, no me va bien, todo me va mal…” Hay dos temas a tener en cuenta: El primer punto es la fe. La pregunta es: ¿Tú crees en las promesas de Dios? Y el segundo punto es: ¿Tú amas a Dios? Porque esta promesa es para los que aman a Dios. Son dos promesas las que Él tiene para nosotros: Esta, que tiene que ver con protección y aquella que está en 1ª Corintios 2:9-10: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu”. ¡Las promesas que tenemos de parte de Dios son extraordinarias, pero son para los que le aman!
Ayer estaba en una obra de construcción, y un muchacho que está muy interesado por el evangelio, me dice: “Pastor, ¿cómo oye a Dios? ¿Como sabe usted que Dios le está hablando? ¿Cómo hago para saber la voluntad de Dios?” La respuesta es: ¡Ama a Dios! Porque El no se relaciona con nadie que no lo ame. Tú puedes venir a la iglesia por muchas motivaciones pero la motivación más importante para Dios es que le ames. No es lo mismo venir a Dios por una necesidad, y Dios es bueno, te ama y siempre suple las necesidades, hasta la de los ladrones…pero eso no significa que gozamos de una comunión con Él. El conocimiento de Dios y su revelación vienen sobre los que le aman, conocemos a Dios a través del amor. El amor produce intimidad.
Dos personas pueden estar casadas, tener cinco o diez hijos, pueden comer juntos todos los días y no conocerse. Así me dijo una vez una hermana: “Tengo 10 años de casada y no sabía que estaba casada con un demonio. ¡No conocía a mi marido!” Es que donde no hay amor, no hay conocimiento. Esto es una revelación.
Hoy vino a la iglesia un muchacho desesperado porque su esposa lo abandonó. Me dijo que hace 10 años casé una pareja, que no la recuerdo, y él fue el camarógrafo de la boda. Cuando ella lo dejó, pensó: “¿A dónde voy?” Y se acordó de aquel casamiento que había asistido hace tantos años y se dijo: “¡Buscaré al pastor Márquez!” El creía que estaba todo bien, hasta que un día la esposa le dijo: “Me cansé de ti, hace dos años que no te aguanto más. No te lo dije antes para no herirte, pero no puedo estar más contigo”. ¡Y lo dejó! Le pregunté qué había sucedido. Me contestó: “La verdad es que trabajábamos mucho…” Comían juntos, dormían juntos, trabajaban juntos, pero él no sabía qué sucedía con ella. No tenía conocimiento, ¡creía que estaba todo bien! Pero no tenían tiempo para intimar…
No obstante, es el amor el que produce intimidad, y eso es verdadero conocimiento. Es en el amor donde las personas se abren el corazón unos a otros. Cuando una mujer ama a un hombre le abre su corazón, donde hay dos que se aman, hay conocimiento profundo. ¿Y tú quieres saber cuando Dios habla y cuál es su voluntad? Es muy sencillo: El te ama desde antes de la fundación del mundo, ¡todo lo que tú necesitas es amarle! Este muchacho también me preguntó: “¿Pero usted oye a Dios?” No lo oigo audiblemente pero sé lo que Él me demanda, sé lo que El quiere. Amo a Dios con todo mi corazón y porque le amo, conozco su palabra y la creo. O sea, aquí hay un conocimiento profundo que viene a ustedes por causa de amar a Dios. Quien no le ama, está en desventaja. Pero aquellos que ya aman a Dios, sáquense la venda de los ojos: Dios te guarda, te cuida y usará para bien todo lo que venga contra ti. ¡Te protegerá! El está por ti, ¿quién te podrá levantarse contra ti? ¡Nadie! Él te justifica, Él te conoció, te llamó y dio su hijo por ti. El te guardará, te cuidará, nada de lo que ha venido contra ti, finalmente te destruirá porque transformará todo a favor tuyo.
Número uno: ¡Nada de lo que venga contra ti podrá hacerte daño! Número dos: Si amas a Dios, el Espíritu Santo se encargará de revelarte lo que quiere. Así que los ateos no tienen nada que hablar de Dios porque ellos no le conocen, no tienen su revelación; los agnósticos, que son indiferentes en cuanto a la existencia o no de Dios porque no le conocen, no pueden opinar de este tema; así que cuando ellos hablan de religión o revelación y emiten sus juicios acerca de los que amamos a Dios y creemos en El, no saben de qué hablan, están ciegos, no conocen a Dios, no tienen intimidad con él. Podrán tener conocimientos filosóficos, podrán leer los mismos versículos que tú lees, pero ellos los van a ver de una manera, y Dios te lo mostrará a ti de otra manera, porque la revelación no es para el hombre natural sino para el hombre espiritual. Para el hombre natural las cosas de Dios le son locura, pero para los que son espirituales les corresponde el verdadero conocimiento, la revelación de Dios. ¡Esto le da Dios a los que le aman!
Y esto se relaciona con las pruebas. Usted le mira la cara a alguna hermana por allí, y le pregunta: ¿Qué te está pasando? ¡Estoy en pruebas! Pero con estos pasajes bíblicos entendemos que cada prueba es una bendición. ¡Cambia la cara! ¡Cada prueba es una bendición! Dios usará la prueba para ascenderte. El usará la prueba no para que vayas para abajo, sino para arriba. ¿Pero cómo Dios va a hacer eso? ¡No lo se! Yo solo estoy aquí para decirte que lo hará. Y mi deseo hoy es que cambies tu visión respecto de las pruebas. Ellas son un gran problema para los creyentes pero debiéramos verlas como una gran bendición. No existe superación, madurez, ascenso, en la vida espiritual, sin pruebas. Aquellos que rehúsen a confrontar la prueba y a sobreponerse a ella, están huyendo a crecer. ¡No hay promoción sin prueba! Las dificultades no vienen para destruirte sino para probar la calidad de creyente que eres. ¡Satanás te tienta para destruirte, pero Dios te prueba para promoverte! Cada vez que viene una tentación sobre tu vida, Satanás dice: Lo voy a destruir, pero Dios dice: ¡Lo voy a ascender! Tu fe juega un papel importantísimo en todo esto. La pregunta es: ¿Crees la palabra de Dios? ¡Esto es palabra de Dios! ¡No habrá prueba que pueda destruirte si amas a Dios!
Hay momentos en la vida en que me ha tocado no saber qué hablarle a Dios… sólo atinar a decir, “Señor te amo y te adoro”. Así que el tema es amar a Dios y quien le ama se lo expresa. Les voy a ser sincero: Un alto porcentaje de creyentes no quieren venir a la iglesia en la hora de la alabanza y la adoración, vienen no por amor a Dios sino por el deseo de satisfacer alguna necesidad. Llegan a la hora del mensaje, porque dicen, “del mensaje sacaré algo”, pero no así de la adoración. Quieren escuchar la palabra porque en ella reciben y aprenden. Pero te voy a explicar algo: Quien estuvo adorando a Dios, recibe pero quien no lo adora, no recibe nada. Tú puedes absorber conocimientos, pero no revelación, porque ésta es para los que aman a Dios. ¿Y cómo se expresa el amor? ¡Adorando! Había un tiempo en mi vida en que quería decirle cosas lindas a Dios, pero no me salía nada, ¡ni una palabra! Era como esos maridos que le dicen a la esposa: “Ya te dije en el altar que te amo… como hace 40 años”. Pero a quien uno ama, no cuesta decirle “te amo”, porque brota del interior. Y cuando amas demasiado, ya no sale decir “te amo” sino “te adoro”. Y ya te sale esa palabra que no te tiene que salir, “adoración”. ¡Eso es lo que no te tiene que salir! Porque la máxima expresión de amor es la adoración y eso está reservado sólo para Dios. Así que oré y oro diciendo: “Señor, derrama tu amor sobre mí, quiero amarte y poder expresártelo libremente y delante de cualquiera. Quiero tener la libertad de amarte y adorarte en cualquier lugar donde esté”. Y cuando amo a Dios, y él ya se sabe que me ama, se establece la comunión y allí aparece el conocimiento. Entonces allí llega el momento en que sé lo que Dios quiere que yo sepa. Quizás me preguntes cómo es que lo sé. ¡No sé, pero sí sé que lo sé! Porque ahí es cuando la razón ya no tiene más lugar.
¿Cómo se puede definir una verdad de Dios que uno recibe en el corazón? ¿Has visto cuando los novios se la pasan horas mirándose? El novio le dice: “Conozco esos ojos, sé lo que estás pensando, no hace falta que me lo digas. ¡Te traje el chocolate que te gusta!” ¡Ya se conocen! Hay un conocimiento que viene de la comunión. ¡Así de sencillo!
Dios se entristece ver aquellos que sólo vienen por el mensaje, sólo porque tienen una necesidad, especialmente si son creyentes de años. Recientemente un padre de 83 años, me dijo acerca de su hijo que tiene 50 años y es un zángano: “Esta tarde va a venir mi hijo a pedirme dinero y yo se lo daré, no porque sea estúpido sino porque es mi hijo”. ¿Eres como ese hijo? ¿Vienes a Dios por lo que te puede dar? ¿O puedes amar a Dios y decirle en medio de la dificultad “Dios mío, te adoro, no me interesa lo que estoy viviendo, sé que te amo y trabajarás en todo para el bien de mí, Señor tú sabes que te amo”? ¿Te acuerdas de la prueba de Job? Satanás le dijo a Dios: “¿Cómo no te va a servir si le has dado bienes y familia?”. Y Dios, seguro del hijo que tenía en Job, le dijo: “Te permito que le toques todas las bendiciones menos la vida”. Dios usó a Job para demostrarle a Satanás que había alguien en la tierra que le amaba y no por las bendiciones. “No me mueve, mi Dios, para quererte, El cielo que me tienes prometido. Ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte Clavado en una cruz y escarnecido; Muéveme ver tu cuerpo tan herido, Muéveme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, y, aunque no hubiera infierno te temiera”.
¡Que el objeto de tu amor sea Dios por causa del amor que te tiene y no por causa de lo que Él te da! ¿Quieres amar más a Dios? Haz esta oración ahora mismo:
“Señor, quiero amarte más, ¡cómo conocerte sin amarte! Revela tu amor en mí. Perdóname, porque muchas te he seguido por las añadiduras y no por ti. Abro en esta hora mi corazón y derrama tu amor en él. No quiero amarte por lo que tú me puedes dar, sino por lo que eres. Recibo en esta hora tu toque, en el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: